Empezando por el tĆtulo:Ā āAhora le toca a la lengua espaƱolaā. Llamadme enrevesada, peliaguda y/o espinosa, pero a mĆ ese tĆtulo me sugiere una especie de continuidad entre lo que este seƱor ve y lo que otros seƱores que comparten atalaya con Ć©l vieron hace muy poco. Me parece que ese āahora le toca a la lengua espaƱolaā es un eufemismo deĀ ātras intentar censurar la literatura, el arteĀ yĀ la libertad sexual de los hombres, ahora las feministas locas vienen a por la lengua espaƱolaā. Se loĀ deben pasar en grande estos seƱorosĀ durante sus cenas de a cien euros mĆnimo el cubierto, siempre queĀ no tengan a Christina Hendricks en la mesa de al lado, tejiendo un cadĆ”ver exquisito de ideas machunas y balbuceando para intentar que parezcan coherentes. Al menos coherentes entre ellas, porque poco mĆ”s se puede conseguir (y a un hermano de sangre no se le deja en la estacada). CONVERSACIĆN PSEUDO FICCIONADA (El contenido es REAL, obtenido de sus artĆculos)
(Esta conversación tan bien hilada no es obra de mi talento, es que estos seƱoros siempre hablan de lo mismo y casi con las mismas palabras. Para que veĆ”is que cuando hablo de āclubā no estoy exagerando en lo mĆ”s mĆnimo.)
SegĆŗn Arturo, los argumentos de quienes apuestan por revisar y enmendar el sexismo que impregna la lengua espaƱola, responden, simplemente, a falta de ganas de aprender, justificar incultura o a intereses polĆticos. AsĆ de sencillo. Da igual que reputadas vocesĀ expliquen y reexpliquen sus motivosĀ con una exhaustividad constructiva, respetuosa y didĆ”ctica. La de Reverte es la forma mĆ”s esencial e infantiloide de afrontar un debate, descalificar los argumentos opuestos sin siquiera pararse a considerar que bueno, vale, hay gente que piensa muy distinto a mi pero, Āæno es posible que tengan algo de razón? No. Lo mĆo es bueno, lo tuyo es malo. Yo soy bueno y defiendo el feudo lingüĆstico, tĆŗ eres mala y lo quieres destruir, solo porque no tienes ganas de ir al cole y sacar buenas notas. ĀæEn serio?
Pese a esto, Arturo reconoce, tangencialmente y por un milisegundo, un par de cosas importantes (y evidentes, por otra parte, aunque es obvio que otras evidencias no las reconoce): que todas las lenguas del mundo discriminan a las mujeres y, mĆ”s difusamente, que al parecer y āsean Ć©stos los que seanā, siempre salen a colación una especie de privilegios elitistas en quienes defienden (como Ć©l mismo) el inmovilismo del lenguaje, privilegios que van en detrimento de quienes abogan por su flexibilidad. Pero vamos, ambas cuestiones las zanja rĆ”pidamente: la primera, relativa a la subordinación de las mujeres en el lenguaje, con un explĆcito āaunqueā que suena al tĆpico āsĆ, peroā¦ā, pasa rĆ”pidamente a aƱadir que palabras con connotaciones despectivas hacia las mujeres (como āfregonaā), afianzadas o fundadas en ilustres tĆtulos de la literatura espaƱola (como āLa ilustre fregonaā)Ā jamĆ”s perderĆ”n su significado. PodrĆ” seƱalarse, en efecto, su connotación negativa y creciente desuso, pero nada mĆ”s. Pero sr. Reverte, Āæes que queremos algo mĆ”s que evidenciar su sentido despreciativo y que DEJE DE USARSE? QuĆ© obsesión tienen estos seƱoros con los feudos, con lo inamovible, con Stonehenge. ĀæQuĆ© nos importa que en el siglo XXV āfregonaā siga significando lo mismo si se usa (en su connotación negativa) tanto como actualmente usamos āpegujaleroā, ātabardilloā o āmarzadgaā? AdemĆ”s, bajo mi humildĆsimo criterio de no miembra de la RAE, una palabra deja de usarse cuando deja de tener sentido usarla. Y esa pĆ©rdida de sentido (quĆ©dese usted con el significado apolillado) es lo que buscamos.
La segunda cuestión, la relativa a los inefables privilegios, Arturo la zanja con un manido, manidĆsimo, que nada de elitismo ni de privilegios porque el acceso a la educación en EspaƱa es gratuito y obligatorio hasta los 16 aƱos. Ā”Viva el liberalismo! Con lo cual, si Ć©l y sus amigotes estĆ”n en la atalaya de la Lengua, no es por previlegiuchos de esos, sino porque se lo merecen todo gracias a la meritocracia, por haber sabido explotar mejor la radical equidistancia de posibilidades entre hombres, mujeres, minorĆas raciales, sexuales y Ć©tnicas, y, si me apuras, por la gracia de Dios (o de Cervantes). Se olvida, como siempre ocurre en el club de la lucha, de complejizar un poquito la cuestión y no quedarse en la mĆ”s absoluta superficie; ya que mientras los AcadĆ©micos sigan siendo hombres en aplastante mayorĆa (y que, lejos de empezar a cumplir la ley, se sigan nombrando hombres como si no hubiera mujeres igual o mĆ”s meritorias aĆŗn); mientras los premios literarios sigan cayendo (casualmente) en aplastante mayorĆa sobre hombres (no tendrĆ” nada que ver que los jurados tambiĆ©n sean enteramente masculinos); mientras las AntologĆas no recojan obras de mujeres (si acaso de una o dos entre veinte); mientras no se estudie a autoras en la educación, etc, los hombres como Ć©l seguirĆ”n perteneciendo, efectivamente a āuna casta intelectual que mantiene reglas elitistas (de acceso, designio y autorĆa, aƱado yo) para distanciarse del puebloā, entendiendo por āpuebloā a mujeres y minorĆas raciales, sexuales y Ć©tnicas que no forman parte de ninguna institución de poder en la cultura. A mĆ no me queda otra alternativa que pensar, desde la mejor de las voluntades, que tanta argumentación trasnochada solo puede proceder de un extremo desinterĆ©s por establecer un diĆ”logo real; que estos seƱoros ya tienen su pĆŗblico fiel recaudado durante aƱos, que les sale rentable soltar patochadas anchamente, y que en realidad no tienen ni el mĆ”s mĆnimo interĆ©s en entender o confluir con nadie que se salga del club en ningĆŗn punto. AsĆ que mientras ellos sigan desbarrando, nosotras tendremos que seguir alerta; mientras que las plataformas institucionales de opinión y creación de cultura estĆ©n en sus manos, nosotras tendremos que seguir denunciando sus anacronismos mediante las herramientas virtuales del pueblo:Ā esas que tanto les aterran. |
Seccionesā > āPlumas invitadasā > ā