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Ahora le toca a PƩrez-Reverte

Empezando por el tĆ­tulo:Ā ā€œAhora le toca a la lengua espaƱolaā€.

Llamadme enrevesada, peliaguda y/o espinosa, pero a mĆ­ ese tĆ­tulo me sugiere una especie de continuidad entre lo que este seƱor ve y lo que otros seƱores que comparten atalaya con Ć©l vieron hace muy poco. Me parece que ese ā€œahora le toca a la lengua espaƱolaā€ es un eufemismo deĀ ā€œtras intentar censurar la literatura, el arteĀ yĀ la libertad sexual de los hombres, ahora las feministas locas vienen a por la lengua espaƱolaā€. Se loĀ deben pasar en grande estos seƱorosĀ durante sus cenas de a cien euros mĆ­nimo el cubierto, siempre queĀ no tengan a Christina Hendricks en la mesa de al lado, tejiendo un cadĆ”ver exquisito de ideas machunas y balbuceando para intentar que parezcan coherentes. Al menos coherentes entre ellas, porque poco mĆ”s se puede conseguir (y a un hermano de sangre no se le deja en la estacada).

CONVERSACIƓN PSEUDO FICCIONADA (El contenido es REAL, obtenido de sus artƭculos)

Javier MarĆ­as:Ā Ahora elĀ movimientoĀ MeTooĀ y otros han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre vĆ­ctimas; b) que las mujeres nunca mienten. En función de la segunda, cualquier varón acusado es considerado automĆ”ticamente culpable. Esta es la mayor perversión imaginable de la justicia, la que llevaron a cabo la Inquisición y los totalitarismos, el franquismo y el nazismo y el stalinismo y el maoĆ­smo y tantos otros…

Mario Vargas Llosa:Ā SĆ­, sĆ­, tras la religión, los totalitarismos y las democracias moralistas ahora el mĆ”s resuelto enemigo de la literatura, que pretende descontaminarla de machismo, prejuicios mĆŗltiples e inmoralidades, es el feminismo. No todas las feministas, desde luego, pero sĆ­ las mĆ”s radicales, y tras ellas, amplios sectores que, paralizados por el temor de ser considerados reaccionarios, ultras y falócratas, apoyan abiertamente esta ofensiva antiliteraria y anticultural…

Arturo PĆ©rez-Reverte:Ā Desde luego, un fenómeno inquietante y muy peligroso que se produce en EspaƱa en los Ćŗltimos tiempos. En determinados medios, sobre todo redes sociales, empieza a identificarse el correcto uso de la lengua espaƱola con un pensamiento reaccionario; con una ideologĆ­a próxima a lo que aquĆ­ llamamos derecha. A cambio, cada vez mĆ”s, se alaba la incorrección ortogrĆ”fica y gramatical como actividad libre, progresista, supuestamente propia de la izquierda. Tampoco el sector mĆ”s irresponsable o demagógico del feminismo militante es ajeno al problema…

(Esta conversación tan bien hilada no es obra de mi talento, es que estos seƱoros siempre hablan de lo mismo y casi con las mismas palabras. Para que veĆ”is que cuando hablo de ā€œclubā€ no estoy exagerando en lo mĆ”s mĆ­nimo.)

La forma los acadƩmicos es la mƔs esencial e infantiloide de debatir: descalificar sin escuchar al otro

Según Arturo, los argumentos de quienes apuestan por revisar y enmendar el sexismo que impregna la lengua española, responden, simplemente, a falta de ganas de aprender, justificar incultura o a intereses políticos. Así de sencillo. Da igual que reputadas voces expliquen y reexpliquen sus motivos con una exhaustividad constructiva, respetuosa y didÔctica. La de Reverte es la forma mÔs esencial e infantiloide de afrontar un debate, descalificar los argumentos opuestos sin siquiera pararse a considerar que bueno, vale, hay gente que piensa muy distinto a mi pero, ¿no es posible que tengan algo de razón? No. Lo mío es bueno, lo tuyo es malo. Yo soy bueno y defiendo el feudo lingüístico, tú eres mala y lo quieres destruir, solo porque no tienes ganas de ir al cole y sacar buenas notas. ¿En serio?

Reverte reconoce que todas las lenguas discriminan a las mujeres

Pese a esto, Arturo reconoce, tangencialmente y por un milisegundo, un par de cosas importantes (y evidentes, por otra parte, aunque es obvio que otras evidencias no las reconoce): que todas las lenguas del mundo discriminan a las mujeres y, mĆ”s difusamente, que al parecer y ā€œsean Ć©stos los que seanā€, siempre salen a colación una especie de privilegios elitistas en quienes defienden (como Ć©l mismo) el inmovilismo del lenguaje, privilegios que van en detrimento de quienes abogan por su flexibilidad. Pero vamos, ambas cuestiones las zanja rĆ”pidamente: la primera, relativa a la subordinación de las mujeres en el lenguaje, con un explĆ­cito ā€œaunqueā€ que suena al tĆ­pico ā€œsĆ­, peroā€¦ā€, pasa rĆ”pidamente a aƱadir que palabras con connotaciones despectivas hacia las mujeres (como ā€œfregonaā€), afianzadas o fundadas en ilustres tĆ­tulos de la literatura espaƱola (como ā€œLa ilustre fregonaā€)Ā jamĆ”s perderĆ”n su significado. PodrĆ” seƱalarse, en efecto, su connotación negativa y creciente desuso, pero nada mĆ”s. Pero sr. Reverte, Āæes que queremos algo mĆ”s que evidenciar su sentido despreciativo y que DEJE DE USARSE? QuĆ© obsesión tienen estos seƱoros con los feudos, con lo inamovible, con Stonehenge. ĀæQuĆ© nos importa que en el siglo XXV ā€œfregonaā€ siga significando lo mismo si se usa (en su connotación negativa) tanto como actualmente usamos ā€œpegujaleroā€, ā€œtabardilloā€ o ā€œmarzadgaā€? AdemĆ”s, bajo mi humildĆ­simo criterio de no miembra de la RAE, una palabra deja de usarse cuando deja de tener sentido usarla. Y esa pĆ©rdida de sentido (quĆ©dese usted con el significado apolillado) es lo que buscamos.

Estos iluminados creen que no estƔn en la RAE por privilegios, sino por mƩritos

La segunda cuestión, la relativa a los inefables privilegios, Arturo la zanja con un manido, manidĆ­simo, que nada de elitismo ni de privilegios porque el acceso a la educación en EspaƱa es gratuito y obligatorio hasta los 16 aƱos. Ā”Viva el liberalismo! Con lo cual, si Ć©l y sus amigotes estĆ”n en la atalaya de la Lengua, no es por previlegiuchos de esos, sino porque se lo merecen todo gracias a la meritocracia, por haber sabido explotar mejor la radical equidistancia de posibilidades entre hombres, mujeres, minorĆ­as raciales, sexuales y Ć©tnicas, y, si me apuras, por la gracia de Dios (o de Cervantes). Se olvida, como siempre ocurre en el club de la lucha, de complejizar un poquito la cuestión y no quedarse en la mĆ”s absoluta superficie; ya que mientras los AcadĆ©micos sigan siendo hombres en aplastante mayorĆ­a (y que, lejos de empezar a cumplir la ley, se sigan nombrando hombres como si no hubiera mujeres igual o mĆ”s meritorias aĆŗn); mientras los premios literarios sigan cayendo (casualmente) en aplastante mayorĆ­a sobre hombres (no tendrĆ” nada que ver que los jurados tambiĆ©n sean enteramente masculinos); mientras las AntologĆ­as no recojan obras de mujeres (si acaso de una o dos entre veinte); mientras no se estudie a autoras en la educación, etc, los hombres como Ć©l seguirĆ”n perteneciendo, efectivamente a ā€œuna casta intelectual que mantiene reglas elitistas (de acceso, designio y autorĆ­a, aƱado yo) para distanciarse del puebloā€, entendiendo por ā€œpuebloā€ a mujeres y minorĆ­as raciales, sexuales y Ć©tnicas que no forman parte de ninguna institución de poder en la cultura.

A mí no me queda otra alternativa que pensar, desde la mejor de las voluntades, que tanta argumentación trasnochada solo puede proceder de un extremo desinterés por establecer un diÔlogo real; que estos señoros ya tienen su público fiel recaudado durante años, que les sale rentable soltar patochadas anchamente, y que en realidad no tienen ni el mÔs mínimo interés en entender o confluir con nadie que se salga del club en ningún punto. Así que mientras ellos sigan desbarrando, nosotras tendremos que seguir alerta; mientras que las plataformas institucionales de opinión y creación de cultura estén en sus manos, nosotras tendremos que seguir denunciando sus anacronismos mediante las herramientas virtuales del pueblo: esas que tanto les aterran.