Hay respuestas que nacen antes que las preguntas que las dotan de sentido. Son respuestas que tienen su origen en lo mĆ”s profundo de nosotros mismos, que enraĆzan con los pilares fundamentales de la sociedad en la que uno vive, y que desde nuestra tierna infancia vamos interiorizando muchas veces no porque asĆ nos las enseƱen, sino porque āson asĆā en cualquier lugar a donde uno mire, y esa normalidad las dota de veracidad. Y suele suceder que cuando se toma consciencia y uno se molesta en formular en voz alta la pregunta, si hay algĆŗn niƱo en la sala queĀ seƱale al rey desnudoĀ el auditorio responde con visceralidad a favor de la verdad establecida, de forma que no es hasta calmados los Ć”nimos cuando se analiza la pregunta con frialdad y se es consciente de la realidad que esconde. Esto es lo que en mi opinión sucede con el pensamiento feminista. Como varón de mi especie lo he experimentado en mis propias carnes en numerosas ocasiones, hasta el punto en el que he conseguido identificar claramente ese ālatigazo visceralā con algo beneficioso para mi organismo y mi propia psique. Cada vez que una de mis verdades establecida por el sistema heteropatriarcal se tambalea y siento ese malestar en la boca del estómago, respiro varias veces y sonrĆo, esperando a que pase la tempestad para analizar la cuestión con frialdad y mirarlo desde un punto de vista nuevo, mĆo, que noto como derriba esa columna que construyeron hace tanto otros hombres, para levantar orgulloso la mĆa propia.
En la mayorĆa de las ocasiones no son preguntas con aparentemente mucha transcendencia pero que encierran las grandes bases del sistema detrĆ”s del espejo. Y como ya he dicho que a veces es suficiente formular la pregunta en voz alta para que se cuestione la automĆ”tica respuesta visceral patriarcal, en mi humilde tribuna reciĆ©n estrenada me irĆ© formulando sencillas preguntas que remuevan algunas verdades que damos por ciertas y pacĆficas. La pregunta con la que estrenamos este espacio se refiere a laĀ prevalencia del apellido del padre respecto del de la madre en el Estado EspaƱol, es decir: si es cierto que por defecto el apellido del padre va antes que el de la madre. Dividiremos la respuesta, para un mejor rigor analĆtico, en tres cuestiones:
Ā ĀæEs cierto que el apellido del padre debe ir primero?Aun con algunos matices muy importantes que ahora seƱalaremos, la respuesta es queĀ no. No es cierto que el apellido paterno tenga preferencia en el ordenamiento jurĆdico espaƱol, no al menos desde la promulgación de laĀ Ley 40/1999, de 5 de noviembre, sobre nombre y apellidos y orden de los mismos,Ā que modificó el artĆculo 109 del Código Civil (entre otros) para dejar la redacción como sigue:
Este artĆculo ha de interpretarse, como no podrĆa ser de otra forma, a la luz de la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo y por tanto debe entenderse queĀ son ambos progenitoresĀ los que, de comĆŗn acuerdo, deciden el orden de los apellidos de sus descendientes. Sin embargo no podemos dejar el anĆ”lisis aquĆ, y es que la ley contiene una salvedad vergonzosa y que todavĆa estĆ” por suplir, y es la que se podrĆ”n imaginar: en caso de que no haya acuerdo entre los progenitores, rige lo dispuesto en āla leyā, que no es otra cosa que āresuenen los redobles del patriarcado- la preferencia de la opción del varón. AsĆ lo proclama el artĆculo 194 delĀ Reglamento del Registro Civil:
Por tanto, podemos descubrir avergonzados como el legislador (que no son otros que los diputados del Congreso que se llenan la boca en televisión hablando de igualdad) ha otorgado un magnĆfico āderecho de vetoā al varón que, en caso de desacuerdo, harĆ” primar lo dispuesto supletoriamente e impondrĆ” āpor su legĆtimo derechoā su apellido en primer lugar. Pero no todo estĆ” perdido, y mĆ”s adelante expondrĆ© como se puede salvar este privilegio masculino. Ā ĀæPor quĆ© el apellido del padre va primero?Si ya hemos visto que desde 1999 (van casi 18 aƱos) son los progenitores de mutuo acuerdo los que deciden el orden de los apellidos, y siendo la amplia mayorĆa de las filiaciones pacĆficas, no queda sino preguntarse por quĆ© casi ninguna pareja se formula esta pregunta. La respuesta entiendo la encontramos en la Tradición, ese corpus transmitido de generación en generación, y que nos dio la respuesta como decĆamos al principio sin siquiera haber formulado la pregunta. No tuvimos ni que pensarlo, es asĆ porque es asĆ, asĆ ha sido y asĆ debe seguir siendo. ĀæNo? Por ello desde aquĆ levanto la voz y lanzo la pregunta especialmente a todas las parejas heterosexuales que me lean, para que rebote y se traslade a muchas mĆ”s. Mujeres, Āæalguna vez lo habĆais pensado? ĀæCreĆ©is que el mero planteamiento conllevarĆa una discusión? Āæcómo se lo tomarĆa vuestra pareja?. Hombres, Āæafecta a vuestra hombrĆa el hecho de que vuestros retoƱos tengan vuestro apellido primero? ĀæOs importa lo que pensarĆ”n los demĆ”s varones? ĀæSentĆs que renunciĆ”is a un derecho, a algo vuestro que os corresponde por nacer con el cromosoma Y? Ā ĀæCómo podemos cambiar esa prevalencia del apellido paterno?La conclusión mĆ”s evidente resulta de hacer efectivo el contenido del artĆculo 109 CC: que sea una decisión de los progenitores de mutuo acuerdo. Que sea algo meditado, hablado, discutido si es necesario.
Pero, Āæy si no podemos llegar a un consenso? Como hemos visto en caso de desacuerdo la ley otorga prevalencia al apellido paterno por Derecho, pero esa no es una opción viable. AsĆ que la solución que propongo es salomónica: el azar. Una moneda, un dado, a pares o nones al mejor de tres. Os reĆs: no os lo tomĆ©is a broma, lo he pensado y me parece la mejor solución. Dejarlo al arbitrio de un juez o mediador supondrĆa que un tercero meterĆa su forma de ver las cosas en pos de un teórico āsuperior interĆ©s del menorā para hacer en el fondo lo que le salga de las narices. PodrĆamos optar quizĆ” porĀ una partida de pĆ”del,Ā que tanto gusta por aquĆ. Como prefirĆ”is. Y para finalizar la cuestión, si os va el rollo de peli americana, no confiĆ”is en la palabra de vuestra pareja u os querĆ©is pegar un vacile bueno,Ā tenĆ©is una herramienta fabulosa y legal para salvar la preferencia legal masculina: a travĆ©s de una clĆ”usula en unasĀ Capitulaciones Matrimoniales.Ā Os regalo una fenomenal que me he inventado, por si querĆ©is utilizarla con todo el cachondeo que seĆ”is capaces de reunir:
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